LA ENFERMEDAD
( segunda parte )
Por Armando Del Valle
Podríamos afirmar que la condición humana de la enfermedad es una de las limitaciones inherentes a la vida del hombre desde su génesis, y que convivirá con el género humano por siempre.
Uno de los primeros roles que apareció en las comunidades primitivas, fue el miembro comunitario dedicado a la cura y cuidado de los padecimientos que agobiaban a susprimitivos congéneres. Desde inmemorables tiempos la enfermedad ha sido vivida como una agresión para la vida humana, familiar y social. Inicialmente se le dio una connotación de castigo, misterio o represión venida de fuerzas ocultas y de deidades incomprensibles. Su aparición súbita, inesperada y desestabilizadora les hacía pensar a aquellos seres que se trataba de algo más que un limitación humana.
Intrigados por su genesis, los primeros “curanderos” buscaron sus orígenes en la corelación e influencia con los elementos básicos con los que convivian. La nosacausante de la enfermedad podía venir del mundo circundante en que cohabitaban. Transitaba del exterior al interior del cuerpo camuflada en elementos que de un momento a otro, sin saber el porqué, causaban mal estar y crisis en el cuerpo; que hoy la neurociencia define como un transtorno de la homeostasis o del equilibrio energético del organismo, en donde el sistema nervioso autónomo es el responsable de las funciones involuntarias y de la homeostasis corporal, y del mecanismo automatico de autorregulacion, que como un termostato, regula y mantiene el equilibrio quimico y el orden interno del cuerpo. Así el agua, la tierra, la luz, la lluvia, el fuego, los alimentos, la noche y demás elementos participes de su mundo circundante, debían tener algún tipo de causalidad y génesis en los padecimientos terrícolas.
Aquellos rudimentos de guardianes de la salud de los primeros hombres, solo disponían de la “observación” como único medio para descifrar el misterioso porque de enfermarse. Mucho tiempo debió pasar en medio de sus pesquisas y frustraciones sin encontrar solución satisfactoria y mucho menos, alivio a las calamidades de salud que el hombre continuaba impávido sintiendo pasar. Esa impotencia sumada a los múltiples interrogantes de algunos fenómenos naturales, que en ocasiones los injuriaban y arrasaban, los fueron llevando inexorablemente a buscar los orígenes y explicaciones de todo aquello incomprensible para ellos, en elementos provenientes de seres superiores,dioses y maléficos.
Desafortunadamente para de la humanidad, la etiología de la enfermedad humana, permaneció adormilada en la conciencia del hombre por siglos. Los curanderos y magos de las diversas civilizaciones narcotizaron la razón humana explicando y acudiendo a un sin fin de formularios para tratar de mitigar el inevitable desenlace de la incapacidad y la muerte, dejadas a su paso por los incomprensibles cambios corporales. Aun en nuestros días, sobreviven vestigios de algunas creencias atribuidas a “castigos y karmas” por inadecuados comportamientos propios del paciente o de sus antepasados. La enfermedad presentada en sus mil caras, ha sido para el hombre su dolorosa dama de compañía a través de su historia. En los episodios exitosos de la historia pareciera que descansara placida en el desván, en espera que su huésped tuviese un espacio para ella, para continuar inexorablemente, su relación íntima confirmando que son parte el uno del otro. No se concibe la vida sin enfermedad, ni se encuentra la enfermedad sin existencia humana. Por ende, ésta relación debe tener una significación y un sentido claro e inequívoco.
Aparentemente, la enfermedad proporciona daños y desequilibrios en el huésped, truncando o debilitando en el mejor de los casos, la realización de vida del individuo afectado. En realidad no es un “enemigo” para el desarrollo del genero humano. A pesar que la evolución y el desarrollo no han logrado su abolición y control, en su luchatitanica a través de los 160.000 años desde la aparición de Homo Sapiens Sapiens, continua coexistiendo como un “adversario” (en ocasiones mortal) en la propia intimidad de la vida. Un sentido positivo y realizador alimenta la presencia de la enfermedad, y es ser el sentiela que alerta los peligros de desviarse del sentido final y único del “camino en curso” de los seres humanos, ser seres en transito eterno guiadospor la Energia Amoroso de Dios. Ofrece al paciente la posibilidad de “capitalizar su convivencia”, y retomar o modificar su sendero estraviado o confuso; tranaformandoseen uno de los medios de realización y encuentro personal mas eficaces, al alcance de todo ser humano.
Ignacio de Loyola, fundador de la Compania de Jesus, fue uno de los tantos ejemplos de cómo la enfermedad incapacitante de la cruel herida de cañon en una pierna, hizo virar totalmente su vida encontrando el camino de la santidad, al abandonar el poderarrogante, vasallos de su militancia vacía y sin llenura que llevaba como comandante del fuerte español. Pablo de Tarso, camino de Damasco, perseguía cruelmente a los primeros cristianos, cuando un estado convulsivo ajudo y delirante, al caer del caballo,transforma su misión para convertirse en el más creyente de los creyentes de la iglesia primitiva.
En el lecho del enfermo se han tejido infinidad de planes y proyectos de toda índole, que han sido fuente de inspiración y progreso para la humanidad. La escala de valores de cada ser humano, que podría comprarse con “la carta de navegación” que guía su existencia humana, con frecuencia es cuestionada y revaluada ante la presencia de la enfermedad. Incontables seres humanos que buscan desaforados la “felicidad” a través de seudo-valores y dioses consumistas, son revaluados ante la proximidad de la muerte o la incapacidad dejada por un estado morboso.
La convalecencia conciente con frecuencia se convierte en la retoma del norte de la existencia humana y en el faro que en noche de tormenta se enciende quebrando las frustrantes tinieblas para mostrar el verdadero camino. Por su puesto que en tristes ocasiones, el individuo es consumido por el dolor y la desesperación, apagando temporal o permanentemente la calidez de la vida y el anhelo de continuar el asenso a la cumbre de la montaña. En dichos casos, la enfermedad encontró el terreno abonado por el sin sentido y la intrascendencia del ser, gestores funestos de la miseria humana.
Al parecer las limitaciones del ser en ocasiones se esfuerzan para coexistir en el mismo individuo o en su comunidad. Los parámetros de pobreza que rigen los países emergentes son una muestra de como la enfermedad va de la mano de la pobreza identificándose y confundiéndose con ella. Biológicamente la carencia alimentaría lleva a la desnutrición y a la baja de las defensas orgánicas, dejando el terreno preparado para que la enfermedad se anide inmisericorde en el vulnerable huésped.
Así, las “enfermedades de pobres y de ricos” entran a formar parte de las varias y tan odiosas divisiones que agrupan a los habitantes de esta tierra. Bacilos como el de tuberculosis o parásitos como la malaria, tienen éxito asegurado en los millones de famélicos cuerpos de seres que circundan el trópico de cáncer. Exótico seria encontrarlos en los penthouse de Nueva York o cabalgando en los campos de polo del Reino Unido.
Esta convivencia de la pobreza y la enfermedad hace que la lucha efectiva contra ésta última, sea cada vez más difícil y lejana. Los países emergentes se han acostumbrado a cohabitar con la enfermedad del pueblo de una forma tan patológica, que la dimensión de sus consecuencias se han perdido y su connotación destructiva y censurable ha entrado en los niveles de la tolerancia enfermiza por parte de la misma sociedad y de los gobiernos de turno. Las estadísticas mostradas por la comunidad internacional hablan de infames tasas de mortalidad neonatal infantil, afecciones gastrointestinales en niños, vómito y diarrea, infecciones respiratorias, enormes infestaciones parasitarias... en términos y números tan escandalosos, que seguiremos sin entender el silencio y la apatía de los gobiernos ante tan horrenda realidad. Tristemente, las políticas económicas de libre comercio y globalización parecieran tener claro que su prioridad no es la erradicación de la miseria de su pueblo, sino el enriquecimiento y desarrollo parcial del estado y sus actores.
La ignorancia de sus derechos ciudadanos y la carencia de medios dignos de vida en la gente más vulnerable, son factores importantes que se suman al reforzamiento de los obstáculos para la erradicación de tantas agresiones contra la salud de los ciudadanos.
Una de las características por la que nos identificaran las generaciones venideras, será por haber vivido en sociedades enfermas. Mientras existan importantes segmentos de la población vulnerados y limitados en las necesidades básicas para desarrollarse dignamente, estos grupos sociales están enfermos y su condición terminará produciendo efectos nocivos al tejido social.
Nuestra esperanza la estamos sembrando en el CAMBIO de conciencias y criterios hacia un sentido social y solidario de las elites políticas, económicas y gubernamentales, que inician a concientizarse de los paupérrimos resultados de sus gestiones, a lo largo de centurias de arrastrar “políticas” egoístas y mesquinas.
Colombia es una sociedad que está enferma al vivir más de la mitad de la población en parámetros de pobreza. Cuando estos ciudadanos no poseen una atención en salud adecuada, ni educación básica, ni acceso a los servicios públicos. Estamos enfermos cuando siguen siendo apabullantes los índices de muerte infantil por desnutrición y modos de vida insalubres. Sería absurdo pensar que un individuo (nuestro amado país )goza de salud y calidad de vida, si la mitad de sus órganos son disfuncionales o lo hacen inadecuadamente.
La “enfermedad social” en nuestros países se encuentra en un estado de cronicidad. Continuamos desarrollándonos a paso lento e incierto porque ésta condición patológica es uno de los mayores obstáculos para poder incursionar libremente en el camino expedito hacía el desarrollo. El PIB registrado muestra engañosamente un crecimiento en algunos índices de la vida nacional. Pero el crecimiento y superación de las necesidades fundamentales de todo colombiano, permanecen inmóviles y son arrastradas a la sombra de las cifras estadísticas que los gobiernos se complacen en mostrar al mundo: la industria, la estabilidad monetaria, exportaciones, etc. Sucede como la familia que tiene entre sus miembros a un hijo defectuoso, tratando de camuflarlo ante la sociedad. Así pasa con la parte enferma de nuestra nación. Se oculta y se lleva al “inventario del cuarto de san Alejo”.
Por generaciones hemos observado como los gobiernos intentan infructuosamente dar el tratamiento y la medicina necesarios para salir a gozar de la salud patria. Su fracaso podría plantear ésta disyuntiva: ¿la enfermedad social es incurable y por lo tanto fatal o las medicinas y las terapéutica empleadas son insuficientes y/o ineficientes?. La primera opción ha sido respondida parcialmete por la historia de los pueblos. En el viejo continente después de más de dos mil años de guerras e imperios en búsqueda de la estabilidad, han logrado algunas naciones índices de salud y equidad social aceptables. Miremos los países nórticos del mar Báltic.
No estamos ante una enfermedad social terminal. Los tratamientos aplicados a través de la historia nacional han mostrado mezquindad e inoperancia. Los esfuerzos de los gobiernos del tercer mundo se desquebrajan en el mantenimiento de las políticas socioeconómicas a que son adeptos. Con esto, los gigantescos aparatos burocráticos consumen buena parte de las arcas de la nación. El presupuesto destinado a combatir las falencias sociales esenciales es mínimo frente a la dimensión del problema. Los recursos de salud, educación, vivienda, servicios públicos deberían ser mayores que los rublos destinados anualmente al funcionamiento del aparato estatal y bélico. No es así. ¿Por qué NO es importante que todos los nacionales tengamos lo básico y justo para desarrollarnos dignamente? Estos intereses se ventilan sin solucionar cada cuatro años, cuando las campañas presidenciales o los cuerpos colegiados quieren cautivar a sus electores. Pero durante el periodo de gobierno, los ganadores de las contiendas desvían sus intereses al mantenimiento del estado de derecho, la conservación de los mercados internacionales, el crecimiento de la agroindustria, la estabilidad monetaria...; olvidándose que por encima del crecimiento de los parámetros económicos, está la calidad de vida que necesitan y a la que tienen derecho la totalidad de los ciudadanos.
La discusión está en cuál es la jerarquía de valores sociales con que han enfrentado los gobiernos el mandato para el que fueron elegidos. Los partidos tradicionales colombianos han demostrado a lo largo de la historia nacional, que su compromiso no ha sido el combatir la enfermedad social en su base. La CEPAL nos lo confirma al demostrarnos que hoy somo más pobres que hace cuarenta años. Buena parte de la razón de esta situación, es que el país ha gastado y consumido los recursos y esfuerzos en combatir la enfermedad social y los fenómenos generados de la situación de injusticia y desequilibrio sociales en forma inadecuada. A esto se le suma en forma agravante la CORRUPCION en las instituciones del estado, en las privadas, y quizás lo mas preocupante, en el modo de vida y supervivencia en la cotidianidad de buena parte de los colombianos; en donde se ha “institucionalizado” bajo la premisa funesta de que”el fin justifica los medios.”
La insurrección armada, el paramilitarismo, la delincuencia común, el narcotráfico han sido fenómenos reactivos que han aparecido en el acontecer nacional, como respuesta a la búsqueda de un cambio (así no se sepa cuál, ni cómo) necesario y desesperado al inapropiado desarrollo del país y de sus problemas de fondo. Con este planteamiento no quiero decir que la actividad y forma como operan estos cuatro fenómenos que dinamitan la sociedad, se justifique y sea el adecuado en moral y justicia. Nunca lo serán… pero su aparición y presencia actual en la vida nacional, ha crecido y se solidifican soterradamente, en medio de la frustrante insatisfacción del comportamientoeconómico, social y político en que han postrado al país sobre lechos de violencia y corrupción.
Como un cuerpo poseído por la injuria se debilita en medio de la lucha de sus mecanismos de defensa por sobreponerse a la principal enfermedad. Lastimosamente parte de sus recursos y fortalezas las pierde en la contienda contra los otros enemigos sociales que llegaron con la enfermedad y que complican seriamente el pronóstico de vida equitativa, justa y sostenible.
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